Oña, en Azuay, es una tierra rica en bellezas naturales, cascadas y saltos de agua, pero tiene un lugar privilegiado dentro de su territorio: Las Chorreras, un destino escondido en la naturaleza. Para llegar al lugar hay que caminar una hora aproximadamente y puede que haga frío, pero nada detendrá su curiosidad por maravillarse con el paisaje.
Desde el centro cantonal se va en carro hasta la comunidad El Rodeo, a cinco kilómetros de la ciudad, luego empieza la pausada caminata, cuyo recorrido es inolvidable. Una suave brisa que acaricia el rostro, un entorno con diferentes tonalidades de verde en las montañas que se extienden hasta donde llega la mirada. Casas de adobe que revelan la identidad de la zona, borregos pastando como salpicados entre el llano y el inigualable aroma a pureza de un campo vivo.
En el trayecto acompaña el sonido que hace el agua en los riachuelos. Tras 15 minutos de travesía por un paseo de herradura, se pasa por el costado de una antigua casa de hacienda, de altas paredes de barro y pequeñas ventanas.
Cerca del lugar hay una amplia pampa, que se utiliza para el descanso, mientras se aprecia el aparecimiento de pequeñas cascadas. El recorrido del río Rodeo y el silbido del viento con olor a eucalipto tierno complementan el ambiente, ideal para meditar o simplemente enamorarse de la naturaleza.
A lo lejos se visualiza, casi en miniatura, el conocido Puente Viejo y al llegar es inevitable no detenerse. Una muralla de roca de unos 20 metros, al lado izquierdo y otra de menor tamaño al derecho, forman el encañonado o garganta de agua, cuya temperatura permanece a unos 10 grados centígrados.
Más adelante, como escondida entre las hojas, aparece una caída de agua de unos cuatro metros de alto. Un velo de agua cristalina desciende del Río Negro y se une cono el Rodeo. Luego los helechos silvestres cubren la ruta por la se debe descender en una pendiente, requiriéndose agarrarse de raíces y bejucos para no caer.Ya en tierra firme, enamora el encanto de la segunda cascada de 10 metros de altura y de la que al final se forma una laguna mansa y cristalina.
Oña es un territorio plagado de misterio en sus bosques, chorreras y lagunas que se mantienen ocultos. Debido a su topografía existen miradores con vista impresionante. Si no planeó acampar, tras disfrutar del senderismo, puede retornar por un camino distinto y más corto. Un tramo siguiendo la dirección del río y luego por un angosto sendero de tierra, sintiendo la satisfacción de haber atravesado un bosque encantado.
Fuente: Viajes Vistalsur